febrero 16, 2016

De flores marchitas y vidas que ya no son

Los girasoles son más pequeños acá. ¿Se llamarán girasoles también?
Anochecía, de a poco; pero éstos no se volteaban hacia la luz del Sol.
Tal vez no extrañen sus últimos rayos. Tal vez ignoren su partida. O tal vez sepan que regresará.
Un nuevo paisaje se abre camino. Ya no son pequeños grupos aislados al costado del asfalto, acompañando al pasajero; como saludándolo, mecidos por la brisa.
Ahora un vasto horizonte amarillento penetra mis ojos. Pero algo no está bien... esta vez, no me encandila el brillo radiante de sus enormes pétalos; mas bien me deprime su palidez.
Están marchitos, todos ellos. Ya ninguno me ve; no tienen fuerzas para mirarme. Mucho menos al Sol.
¿Los habrá cegado su brillo?¿Los habrá secado su calor?¿Se habrán apagado, opacos ante la inmensidad de su luz? Quizás, avergonzados, dejaron pasar la vida. Quizás sólo es lo que tenía que ser. Algunos ya estaban marrones; su existencia se les había escurrido.
Nunca vi un girasol buscando la luz. Nunca los vi apuntando al Sol, o torciéndose hasta encontrarlo.
Pero debo creer que es cierto; quiero creer que es cierto.
Porque, al fin y al cabo, yo soy como ellos.

1 comentario: